Este tema puede parecer chorra, pero es de vital importancia para la pareja. Lo que te pongas tú y se ponga él para ir por casa, en la intimidad del hogar, te puede predisponer al amor verdadero o al asesinato, depende. Veamos…
Empecemos por ella. ¿Qué se pone una mujer para estar por casa? Hay de todo, así que vamos a ver algunos ejemplos:
- Vestida como para salir a la calle: Y pintadas y todo, eh! Es una opción, sí. Yo, desde luego, soy incapaz, para mí ir vestida (de calle, se entiende) es sinónimo de salir de casa, no de estar dentro.
- En chándal: Es bastante más cómodo, y puedes ir incluso “mona”. Tampoco es mi caso, ya que no tengo chándals de diseño. Bueno, de hecho, ¡no tengo ni chándal! Llevo pantalones de algodón comprados en Venca y camisetas (lo sé, soy todo glamour…).
- Hecha una facha: Ir “hecha una facha” es lo que yo llamo ponerte cualquier cosa. Una camiseta manchada, un pantalón de pijama de un color que no pega nada, un chal de tu abuela, zapatillas de flores color fucsia… Vamos, ¡un horror! Esto solo lo puedes hacer si estás sola y eres muy joven, aunque es altamente perjudicial para la autoestima, no te lo recomiendo (no olvides que en casa seguro que tienes algún espejo).
- Con el pijama: Esta opción es admisible por la noche, cuando llegas a casa. Claro, que depende de cómo sea tu pijama. Yo me compré un par de pantalones superchulos de franela a cuadritos hace poco, con sus camisetas a juego, y mi churri no debió pensar lo mismo, porque lo primero que hizo fue decirme, así con media sonrisa y un rintintín que no me gustó nada: “qué guapa vas con esos pantaloooneees”. Y yo, pues bueno, por aquello de gustarle más me puse otros más chulos todavía, como de seda negra (pero que no eran de seda porque me habían costado 9,99 euros), y me dijo: “esos están bien. A ver cómo te queda lo de abajo…”. La diferencia era notable, está claro. Eso sí, como me va a querer igual y me daban frío, ¡me volví a poner los de franela! ;)
- Con bata de ir por casa, larga, tipo “yaya”: NOOOOO, eso nunca-jamás. Totalmente antierótico, no lo olvides. Si llevas bata, que sea “juvenil”, pero mejor sin bata. Llevar pijama es un pecado venial, la bata es pecado mortal.
Sigamos con ellos… ¿Qué se ponen los hombres para ir por casa? Entre los que yo he conocido había cuatro variantes:
- Pantalón corto y camiseta todo el año: No me lo explico, porque no vivo en Canarias. En fin, es una opción, y tampoco es mala.
- Medio vestidos: O sea, vaqueros y camisa, o similar. Puede valer.
- Chándal o pijama: Tan válida como para las mujeres, y con las mismas limitaciones. Prohibidas las batas tipo Conde, ¡nos horripilan!
- Calzoncillos, solos o con camiseta: Bueno, bueno… Aquí empezamos a entrar en terreno resbaladizo. Así de entrada, una se puede imaginar a un tío en calzoncillos en plan guay, como los de los anuncios. Pues siendo así, no tenemos nada que objetar, ¿no? Aunque nosotras no vamos en bragas por la casa, normalmente, pero también es verdad que no somos como las de los anuncios. Pero ¿cómo son los calzoncillos de nuestros maridos? El tema es complejo y merece una reflexión profunda.
Los calzoncillos:
Los calzoncillos en la pareja suelen ser un problema, porque o se los compras tú, o no se los compra nadie (o se los compra su madre, que puede ser peor). Y entonces los calzoncillos que llevaba de soltero, son los que se lleva a vivir contigo, y pasan los años, y los años, y los años… ¿y qué les pasa a los calzoncillos? que empiezan a clarear, normalmente por la zona de los huevecillos, y un día estás doblando calzoncillos y pegas un tirón más fuerte de lo normal, y haces un boquete por el que caben los huevecillos y lo que no son los huevecillos! De entrada, esto es algo muy chungo… Imagínate doblando las bragas de tu mujer (sí, esto es ciencia ficción, lo sé) y que se te rompan por viejas. El antimorbo total, vamos.
Hay que ser justa y decir que hay maridos que no llevan los calzoncillos casi-rotos. No. No los llevan rotos porque se compraron 37 calzoncillos iguales hace 10 años, y claro, todavía les duran en razonable buen estado. Lo malo es que tú ya estás harta de verle siempre o con el “slip” blanco, y con el pantaloncito de tela a cuadros o rayas, y le empiezas a presionar para que se compre calzoncillos. Lo primero que te dirá será:
- Él: ¡Pero si están nuevos!
- Tú: Pero es que no me gustan.
- Él: Pues yo no me meto con tus bragas.
- Tú: Ya, pero es que no son de abuela.
- Él: Venga, pues cómprame nuevos.
¡ALTO AHÍ! Debería estar prohibido por ley comprarles calzoncillos a los hombres emancipados. ¿A que ellos no te compran a ti las bragas, eh? Como eres tonta, al primer marido se los compras, y cuando te separas dices “Nunca más”, como con el chapapote.
Con el segundo marido tienes que ir presionando, así con picardía, como decía mi abuela. Un día que estáis juntos por el Corte Inglés le dices:
- Tú: Cariño, vamos a ver calzoncillos aprovechando que estamos aquí…
Entonces te lo llevas a ver los calzoncillos esos que a ti te gustaría que llevara:
- Él: ¡20 euros por unos calzoncillos! ¡Tú estás loca! ¡Si me costaron eso diez pares hace cinco años!
- Tú: Venga… llévate uno para probar.
Y ahí empieza la búsqueda del calzoncillo bueno-bonito-barato, hasta que llega un día en que le das un ultimátum:
- Tú: ¿No te pensarás casar (conmigo) con calzoncillos de cuadros, verdad?
- Él: No, con traje. (¡Jeje, qué gracioso!).
- Tú: ¡De eso nada! ¿Me pongo yo las bragas de diario debajo del vestido de novia, eh?
- Él: ¡No es lo mismo! Si no se van a ver los calzoncillos.
- Tú: No, a mí las bragas tampoco.
Total, que no le queda más remedio que claudicar, y se compra una docena de calzoncillos, todos iguales, por supuesto, pero con suerte de dos o tres colores diferentes, y con los que ya no parece tu abuelo. ¡Buffff!
El drama viene a continuación, porque:
- Él: Los viejos no me los tires, eh!
- Tú: ¿Y para qué los quieres?
- Él: Me los puedo llevar al apartamento.
- Tú: ¡Y una leche!
- Él: Pues se los doy a mi madre para que los lleve a la iglesia.
- Tú: Vale. De paso dale los calcetines y cómprate nuevos (hay que aprovechar todas las oportunidades).
- Él: ¡¿Qué les pasa a mis calcetines?!
- Tú: Cariño, que clarean...
Entonces, como ya sabe que no le vas a comprar tú los calcetines, un día llega con ¡doce pares de calcetines negros!
- Tú: ¿Es que los vendían al peso?
- Él: No, es que los uso mucho. ¡Pero no me tires los viejos, eh!
- Tú: No te preocupes cariño (cuando haga limpieza igual se pierden).
Os dejo un trailer de ... ¡LOS ROPER! Es del año del catapún, lo sé ;)