26 de septiembre de 2013

¡Para que luego digan que los alemanes no son cachondos!


Acabo de llegar de una oficina de Correos alemana, ¡y todavía no doy crédito a lo que me ha pasado!

He ido a enviar una carta, con mi alemán de andar por casa, claro, y llego al mostrador, dónde me ha atendido un alemán que se podría llamar "típico" (si es que hay un alemán típico, que de eso hablaremos otro día): alto, con bigote, pelo canoso porque tendría ya los cincuenta y largos, ni gordo ni flaco, ni feo ni guapo ... vamos, normal. La conversación ha sido más o menos esta:



- El alemán: Guten Tag (muy serio desde el principio).

- Yo: Hallo. Me gustaría enviar una carta (yo hablaba en "mi" alemán, claro). Y se la enseño (nada como el lenguaje de los signos).

- El alemán, mirando la carta: Va a NosédóndeenAlemania.

- Yo: Sí, a NosédóndeenAlemania.

- El alemán: ¿Normal o certificada?

- Yo: Normal.

La coge, la pasa por la máquina, y me mira igual de serio.

- El alemán: 100 euros (que suena algo así como "jundert oiro").

- Yo: O_O. ¿Puede repetir, por favor?

- El alemán: 100 euros (más serio que un plato de arroz, el tío).

Yo, flipando y pensando "ha dicho 100 euros, no 1, que suena como "ain oiro". Total, recurro al lenguaje de los signos y le hago ver que no entiendo. Coge un papel y escribe: 100,-, tal cual, y me mira muy serio (no con mala leche, pero serio).

- Yo: ¿Por una carta?!!! O_O

- El alemán (serio): Sí, es por el formato (era una carta normal, de las pequeñas alargadas).

- Yo: ¿Y no puede ser en otro formato?

El tío se descojona, y me dice: ¡Nooooo, son 90 céntimos!


¡Para que luego digan que no tienen sentido del humor! :D


¿Cómo "alemanizarse" (3)?: Los horarios (O la locura del horario español)



Desde que estoy en Alemania (algo más de tres semanas), ando peleada con los horarios. Y no es que no me gusten al contrario, era una de las cosas que estaba deseando cambiar, mis horarios inhumanos españoles. Aquí la gente se pone en marcha sobre las 7 de la mañana y está en casa antes de las 6 de la tarde, normalmente (salvo que estén haciendo compras de última hora). La televisión interesante termina a las 10:30, más o menos, y a las 11 están todos en la cama. De forma muy resumida, ese es el horario alemán.

El caso es que me cuesta mucho cambiar, imagino que porque 46 años de inercia dejan huella, y porque sólo el colegio de mi hijo mayor me marca de momento la hora de levantarme (las 6:30, por cierto), y el resto es libre. Lo malo es que a partir de ahí es el caos: unos días conseguimos comer a las 12:30/13:00 y cenar a las 20:00, pero la mayoría de los días son más bien tirando a las española: comemos sobre las 14:30 y cenamos sobre las 9:30. Y entonces, lo típico, hasta las 12, como pronto, no me voy a la cama. El resultado es que los españoles estamos siempre cansados, y vivimos así, a base de cafés y de "echar horas" porque no se puede rendir igual con sueño que sin él.

Todo este rollo viene a cuento porque estos días he leído una serie de artículos muy curiosos sobre el tema. Os resumo lo principal, y si alguno de vosotros es "fan" como yo del cambio de horario en España, seguro que los disfruta.


El primero que leí fue éste: "¿Una España con horario británico?". Según cuentan en el artículo: "El Congreso ha cerrado el informe por el que pide al Gobierno un estudio socioeconómico para conocer en detalle cuál sería la incidencia económica global de un posible cambio de huso horario en España, recuperando la antigua vinculación al huso horario de Greenwich (una hora menos). El informe además apuesta por las jornadas continuas de trabajo, con una breve pausa para comer, para favorecer la vida personal y laboral." Lo que me chocó, y mucho fue que el informe lo han elaborado unos 60 expertos trabajando durante 9 meses. ¿Tanto tiempo y gente hacen falta para estudiar algo así? O_O


Luego he ido leyendo otros, como este por ejemplo: "En España, siempre con Jet Lag". En él cuentan la historia de por qué España no tiene el uso horario de Londres, que es el que le corresponde, y que es el que tenía antes de que Franco lo cambiara, primero por simpatía con Hitler, y después porque no le apeteció volver atrás.


Y éste me ha gustado mucho: "Si mandaran más mujeres, habría mejores horarios". No por el título, que conste, aunque estoy bastante de acuerdo con  la frase ;), sino porque el contenido es muy interesante. Resume una entrevista con Ignacio Buqueras, presidente de la Comisión Nacional para la Racionalización de los Horarios Españoles y su Normalización con los demás Países de la UE (su web aquí), y dice cosas tan interesantes como estas (copio y pego algunos párrafos):

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“Es un asunto de sentido común”. Ciertamente, suena sensato pretender que los españoles tengan un horario de trabajo más razonable y puedan así distribuir su día en tres tandas: ocho horas para dormir, ocho para trabajar y ocho para lo que quieran

“Estamos en el euro, pero somos los únicos que no nos adaptamos a los horarios del resto del continente. En España trabajamos de forma tercermundista”.

Ha hablado con cinco ministros de Educación sucesivos para que se enseñe en las escuelas “el valor del tiempo” y quiere que la puntualidad se convierta “en una exigencia ética”. Su fundación también defiende que las televisiones adelanten los horarios de los espectáculos: “¿Qué sentido tiene un partido de fútbol a las diez de la noche?”.

El economista considera que “el 85% de la población” podría entrar a trabajar entre 7.30 y 9.00 y salir antes de las 18.00, con 35 minutos para comer."(......). Algunos altos directivos me dicen que les parece bien para sus hijos, pero no para ellos”, confiesa. “¿Qué quieres, que a las cinco de la tarde esté en mi casa para que mi mujer me ponga las pilas?”, asegura que le preguntan. Por esa razón, sostiene que “si mandaran más mujeres, habría mejores horarios”.
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Yo siempre he dicho que los mayores culpables de los horarios locos de España son los empresarios (que me perdonen los poquitos que se salen de la norma que voy a decir...): quieren dos o tres horas para comer en su casa y dormir una siesta, y la cena les gusta a las 9 de la noche, viendo el Telediario. Con lo cual, hasta las 8, como pronto, no se van de la oficina, y mientras tanto quieren tener a "su corte" alrededor por si necesitan algo. Cuántas veces oí en el trabajo "Es que si os vais a las 6 y necesito algo, ¿qué hago?". En fin, no sigo, que el tema me trae muy malos recuerdos de una vida pasada en la que estaba permanentemente agotada, con mi hijo cuidado por terceras personas, trabajando más horas que un reloj, pero aprovechando muchas menos, y robándole tiempo al sueño para tener algo de vida propia.

¿Llegará algún día el cambio? Yo ya estoy tan desencantada, que no confío mucho, pero ese cambio de horario que proponen podría ser un primer paso, ¿no?


13 de septiembre de 2013

La vida del emigrante

Llevo apenas 10 días viviendo en Alemania, y acabo de leer este artículo en El País, que me ha encantado. Es de un español que vive en Alemania desde hace 6 años, y creo que merece la pena leerlo si alguien está pensando en emigrar, aquí o a cualquier otra parte.

Aunque llevo muy poco tiempo en Alemania, dónde hemos venido con intención de quedarnos "para siempre", mi instinto me dice que lo que cuenta este hombre es la vida misma del emigrante.

A ver si me estabilizo un poco, porque ahora mi casa y mi vida en general son bastante caóticas, y os empiezo a contar cosas, que hay mucho que merece la pena.

El artículo está aquí: "Desintegrándome en Alemania", aunque lo copio y pego a continuación:


Diego Ruiz del Árbol reside en Berlín desde 2007. Actualmente dirige “Berlinerds”, su propia agencia de programación web y gestiona el portal berlunes.com, creado por él mismo en 2009. El lema del portal es: “Ellos tienen Mallorca, nosotros tenemos Berlín”.
“Nací en Madrid hace 33 años donde, tras una larga carrera universitaria, me convertí en Ingeniero en Informática. Desde hace seis, vivo y trabajo en la capital de Alemania. Mi historia cuadraría bien en la famosa fuga de cerebros, pero esa no es la realidad. Aterricé en Berlín poco antes del comienzo de la crisis, atraído por el magnetismo de la ciudad y en busca de aventura. Seis años después he conseguido todo lo contrario; mujer, hijos, coche familiar, hipoteca y empleo estable. Se puede decir sin lugar a dudas que he fracasado.
Al llegar conocí a un chico que llevaba en Berlín varios años y que siempre se rodeaba de españoles. Le pregunté por su integración y me dijo una frase que no olvidaré: “Yo estoy ya en fase de desintegración”. Con el tiempo he comprendido que aquel chico sabía de lo que hablaba.
Cuando llegué a Alemania mi preocupación era integrarme. Quería aprender el idioma, hacer amigos alemanes y no juntarme con españoles. Con el paso de los años, el idealismo inicial fue sustituido por la cruda realidad. Para los mortales como yo, hablar alemán perfectamente es una tarea que lleva toda una vida. Los alemanes no son tan sociales como los españoles y su amistad se “vende” más cara. En principio relacionarme con españoles fue una necesidad, para no tener que quedarme los fines de semana en casa.
Pese a las dificultades, mi integración ha ido progresando adecuadamente. Mi alemán no es perfecto pero es suficiente para comunicarme sin ayuda de la mímica y al menos tengo tres o cuatro buenos amigos alemanes.
Lo que no he conseguido aún es no sentirme español en Alemania. Que nadie me malinterprete, no hablo de discriminación. Me refiero a que hay veces que me apetece juntarme con gente que entienda mi humor absurdo sin necesidad de aclaraciones. A veces deseo tener una conversación insustancial o quiero dejarme llevar en una noche de copas y risas donde no haya que planear más que “dónde tomamos la siguiente”. Esto, por norma general, funciona mejor con los sureuropeos que con los alemanes. Me temo que también yo he llegado a la fase de desintegración, que no es más que la búsqueda de la propia identidad en el país ajeno.
Pero aquí no acaba la cosa. Desde que vivo en Alemania me siento raro también en España. Mi familia dice que me estoy alemanizando porque me molestan los gritos de la gente por las abarrotadas calles de Madrid. He dejado de preocuparme por si me roban el móvil o la cartera. No trato de colarme en el supermercado y me molesta cuando alguien lo hace. Involuntariamente he empezado a pensar que la gente respetará las reglas. Y es que, aunque tiene inconvenientes, la cultura alemana también tiene grandes ventajas.
Otro de los debates que mantengo habitualmente en España es el tema de “la Merkel” y su política de recortes. Mis amigos me interpelan como si fuese yo mismo quien decreta la subida del IVA o la flexibilización del despido. Yo les juro que, aunque viva en Alemania, Merkel aún no me consulta sus decisiones.
Algo que defiendo siempre de Alemania es el tratamiento de los casos de corrupción. Cuento a mis amigos que el Ministro de Defensa Karl-Theodor zu Guttenberg dimitió al demostrarse que había copiado algunos párrafos en su tesis doctoral. O que Christian Wulff, presidente de la república, dejó su cargo por unos supuestos créditos obtenidos en condiciones ventajosas. Mis amigos me miran incrédulos. Sospecho que no me creen.
En España lo de la corrupción es diferente. Recientemente se ha descubierto que la cúpula del partido en la presidencia habría recibido dinero negro de importantes empresarios a cambio de decisiones políticas desde 1990. El escándalo está perfectamente documentado por el extesorero del partido. El presidente del Gobierno despacha el asunto con un “Todo es falso, salvo alguna cosa”, mientras manda mensajes de texto al señor en cuestión diciéndole “Ánimo Luis, sé fuerte. Hacemos lo que podemos. Un abrazo”. Y ya está.
En mitad del crudo invierno alemán suelo pensar en regresar junto al calor de mi familia pero, cuando me doy cuenta de que tendría que convivir a diario con ese podrido sistema, siempre acabo posponiendo la vuelta un par de años más.


9 de septiembre de 2013

¿2024? No, gracias. Por cierto, ya hemos emigrado...


Este mini-post es sobre todo para dar señales de vida y contaros que sí, que ya somos oficialmente "residentes alemanes". En fin, la mezcla de emociones es variada y difícil de explicar, aunque espero poder contaros cosillas en cuanto me estabilice un poco, que ahora mismo mi nueva casa y todo lo que nos rodea es el caos total.

Y ya que pasaba por aquí y llevaba unos días (supongo que como casi todos), esperando con interés, o al menos con curiosidad, lo de Madrid 2020, os comento mi visión del tema.

En la "porra" que se había organizado en mi casa tuve la casualidad de acertar con Tokio, pero la verdad es que no quería que se lo dieran a España. No es que me haya vuelto loca ni haya renegado de mi país, es que simplemente creo que nuestros dirigentes necesitan algún revulsivo que les haga reaccionar y hacer algo de autocrítica. Sinceramente, creo que un país lleno de corruptos como es España, no se merece organizar unos Juegos Olímpicos, y si fuera miembro del COI, ni harta de vino habría votado a favor de esa candidatura.

Arreglemos primero nuestra casa, ganémonos de nuevo la confianza del resto del mundo, y después pidamos el reconocimiento que somos capaces de merecernos. Porque buena gente en este país no falta, lo que sobra es mala gente dirigiendo. ¿Pero cómo se cambia eso? Yo no lo sé y he perdido la esperanza, por eso me he acabado marchando, y os aseguro que la pena es por momentos inmensa, aunque la ilusión normalmente la compensa.

Os iré contando, pero de momento os mando muchos besos desde Alemania. Y una sonrisa, de paso :).


(Imagen de: http://www.informacionempleo.com/alemania-fuente-de-empleo-para-50-000-espanoles-en-2012/)